martes, 18 de noviembre de 2014

La ultima carta

Quizás esta sea la última carta que te escriba, y por eso, prefiero decirte todo ahora, ya no guardar nada, y terminar de romper mi corazón:

Me gustaría ser un silfo, y no sentir nada. Ser como el viento, solo flotar y pensar. Haber sido inteligente, y no haber contradicho a mi mente, sabía que lo nuestro no funcionaria. Solo fui como una ondina, y recibí el castigo.
Una persona me enseño que el destino es un poder sobrenatural, inevitable e ineludible, que guía la vida humana y la de cualquier ser a un fin no escogido de forma necesaria y fatal, en forma opuesta a la libertad. Pero alguien, quizás más cercano que la anterior me enseño que está en nuestras manos moldear nuestro destino, crear nuestro futuro, como crearon a Pandora de un poco de barro. Que no es necesario seguir al pie de la letra lo que nos tienen preparado. Que es posible crear una salida en los callejones sin salida, que no es necesario girar a la derecha para facilitar las cosas, que si miramos hacia adelante, y pisamos fuerte, podremos aferrarnos al futuro que deseamos escribir.
Que lo fácil es tentador, pero lo difícil da ganas de vivir, de seguir luchando. Es fácil querer darse por vencido, que cuesta levantar la cabeza, mirar hacia adelante y luchar cuando uno está cansado, pero esa sensación de haber conseguido lo que queríamos, no la da el darse por vencido.
Que hasta los silfos, que son la parte de la naturaleza más sabia, se pueden equivocar. Terminare con psique vagando por la tierra. Lo nuestro solo fue obra de Himero, ya que Anteros no creía en la decisión que Eros había tomado.
Le pediré a la vida que me encadene sobre Cáucaso y arranque mi corazón con las garras de una gran águila cada noche. O que Hefesto se apiade de mí y haga un corazón sin sentimientos.
Quizás nunca te lo dije con palabras, te lo dije con la mirada, con el corazón, eras o eres mi sonrisa, mi felicidad a quien quiero y deseo, y no el tipo de deseo que Himero produce, si no ese amor que Eros concibió. Eres como mi Dafne pero sin ser el laurel en mi cabeza, eres la canción que Orfeo toca con su lira a las puertas del inframundo, el cinturón de afrodita, eres tan importantes como las alas de Hermes en sus pies, como el bastón de Hefesto, como la droga que libero a los hermanos de Zeus del estómago de Crono, igual que la piedra que se tragó este,  como los ciclopes liberados del Tártaro, como el Tártaro encerrando a Crono y a los titanes, como Helios que advirtió la traición de Afrodita.
Te quiero como Afrodita a Ares.
Te quiero como Apolo a Dafne.
Te quiero como Orfeo a Eurídice.
Te quiero como Ulises a Penélope.
Te quiero como Perseo a Andrómeda.
Te quiero como yo al chocolate.

He quedado atrapado en ti como Ares y Afrodita en las redes  de oro que Hefesto tejió.