Malditos buitres, convives con ellos demasiadas horas,
vuelan alrededor de ti viéndote mientras te critican por la espalda, esperando
que cometas un error para devorarte, triturarte y no puedes hacer nada porque
ya de nada sirve la falta de respeto al status quo y negarme a ceder el orden
de las cosas. Pero no negare que a veces es divertido llevarle la contraria a
los de arriba, a pesar de los años aún sigo siendo Travis “Mad Dog” Maddox.
Cuando llego a casa Pigeon esta con el pelo revuelto
atado sobre la cabeza, y lo que antes era su pijama, lleva unos anteojos con
unos marcos grandes que hacen resaltar
sus ojos grises. Me acerco a ella y simplemente desaparece, solo es un
recuerdo. El pecho se me infla y se pincha en un gran suspiro.
Mi cuerpo se siente pesado y como si estuviera
arrastrando una gran bolsa de cemento lo llevo al baño, abro el grifo y dejo
que el vapor del agua caliente todo el lugar, empañando los vidrios. Me
desvisto desanimado, intentando recordar sus manos sobre mí pero nada es lo
mismo.
Deje que el agua golpeara mi rostro sin cerrar los
ojos, que le dé con fuerza a mis hombros ya cansados de la vida y que las gotas
de la ducha dibujen la figura de abby, cerrando mis ojos para terminar de
imaginar esos finos contornos que tenía. Estaban tan grabados en mi memoria que
cada vez que creía que el dolor se terminaría, volvía, renovado, con más fuerza
y me da un fuerte puñetazo en el rostro.
“Por favor vuelve” repetía en voz baja aunque ella no
pudiera escucharme, aunque nunca más pudiera hacerlo. Pero de igual manera
necesitara que ella me salvara, siento que todo esto ya lo viví antes pero esta
vez no habrá cena de acción gracias, ni nada por el estilo, no habrá llamado a
un estúpido diciendo que me ama a mí. Esta vez no hay un después, no sin ella.
Termino de ducharme y me visto con la poca fuerza que
me queda. Camino por la casa sin animo hasta llegar al living y recuerdo a
Pigeon sentada en el sillón, con su pelo canoso cayéndole por el rostro y
algunos mechones caramelos dándole un poco de color a su cabellera. Con sus
ojos grises cansados, agotados pero aun brillando al mirarme. Ya cansado de ver
el lugar sin ella decido irme a lo que era nuestra habitación, y ahí es cuando
mi corazón se vuelve a partir.
La cama es tan grande, tan inmensa para mí solo.
Incluso la casa se siente gigante sin su presencia, los niños ya crecieron, e
incluso sus hijos están lo bastante grande para poder estar con un viejo como
yo. Mentira, a quien podría engañar, esos niños me aman. ¿Quién no querría
tenerme como su abuelo? Un sexy abuelo Maddox.
Me quito la ropa y quedo en boxers, como cuando era
joven. Voy a mi lado de la cama, y me recuesto de costado mirando su lado del
colchón, cierro los ojos y siento su presencia, al abrirlos no está y eso me
golpea el rostro.
Son tres años de su ausencia, y cada año el dolor es más
grande, no puedo vivir sin ella, y eso lo aprendí cada día desde su partida. La
necesito, mi piel, mis ojos, mi ser necesita de ella. De sus quejidos, de sus
intentos de hacerme comer esa maldita avena con chocolate. De su sonrisa que
llenaba mi corazón.
Amo a esa mujer, la amo a pesar de que ya no este
conmigo. Amo a los hijos que me dio, los nietos que estos me dieron. Amo los
recuerdos que me dejo, aunque sufra, aunque llore por su partida, la amo y cada
día lo hago más.
-No puedo más, Travis.
-Vamos Pigeon, tu eres la más fuerte de nosotros,
volvamos a casa.
Alargo su
mano acariciando mi rostro. Sostuve entre mis manos su brazo para poder alargar
ese toque.
-Travis, tú eres mi hogar -Luego de eso, simplemente
se fue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario