miércoles, 28 de junio de 2017

Noche.

La noche cae sobre mi, con ella todos mis demonios se despiertan y no me permiten dormir.
Doy vueltas y vueltas sobre mi mente pero no encuentro salida, siempre estoy acá, con mis males, con mi dolor, perdido.
Puedo gritar, patalear e incluso llorar pero nadie va a escuchar.
La soledad me abraza, besa mi piel y deja moretones que pronto se convertirán en heridas y dudo que se vayan a curar.
Cierro los ojos, tomo aire. Todo da vueltas, nada tiene sentido, la música, los libros, las palabras de ayuda. No logro entender nada de lo que me dicen.
El miedo está ahí, por más que corra siempre vuelvo a donde empecé.
Intento esconderme en mi mismo pero solo logro sentirme más pequeño frente a todo, a todos. Y es cuestión de tiempo para que todo se derrumbe.
Miro hacia los costados intentando encontrar algo, alguien pero solo hay vacío.
Intento tener algo que nunca tuve. Por más que tenga la capacidad de crear ficción no tengo la fortaleza de hacerlas realidad.
Los sueños quedan solo en eso, en cosas que uno puede imaginar y se van volviendo imposibles mientras va pasando el tiempo. Parecen capítulos viejos de series que nunca veremos pasar por la tele de nuevo. De pronto los iré olvidando.
Subirme incluso por la paredes para intentar no pensar y tener miedo en quedarme quieto porque todos los pensamientos vuelven.
Y creo que así va a seguir por un tiempo largo. Sintiendo como las raíces crecen sobre mí y me dejan atado en esto. Con las cicatrices que arden por más que estén cerradas, y con las lágrimas en los ojos.

Creo que no podemos volar porque en vez de alas, nos crecen raíces en los pies.

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